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lunes, 13 de diciembre de 2010

MENTE, CUERPO Y ALMA

No intento buscar culpables de esta guerra que guardo en mi interior porque encontraría un cuarto lleno de espejos que me reflejarían a mí mismo desde cada ángulo que el ojo humano encontrase posible. Esta lucha interna me ha dejado desarmado y vulnerable. Siento cada parte de mí enojada, triste, y mi mente no alcanza a recordar cuándo se desencadenó esta serie de eventos desafortunados que me han llevado a pisar profundidades desconocidas.

Una lágrima es parte de un desahogo involuntario del cuerpo, pero mi cuerpo no está preparado para ello, en su lugar, mi alma es la que llora inconsolable y no sabe cuáles son los caminos para exteriorizar su sufrimiento, y se va debilitando poco a poco al igual que mi cuerpo.

Hoy estoy aquí, despojado de todo, desnudo en la nieve, buscando una solución a este conflicto porque no sé cuanto tiempo más pueda soportar vivir de esta manera.

No pido ayuda porque necesito abrir los ojos por mí mismo y ya ha sido suficiente la ayuda que he recibido de personas que no me deben nada. No es orgullo, es necesidad de aprender, es saber bajar la cabeza y retirarme de este espacio que no me corresponde, que desde hace mucho dejó de ser mío.

Hoy hablo con el alma ahogada por su propio llanto, que me pide auxilio, que siente miedo y que no sabe qué hacer ni cómo actuar para evitar darse por vencida. Hoy acepto que perdí y mi cuerpo insiste en dejar drenar ese mar que inunda mi interior. Y un dedo se humedece evitando que esa única lágrima que ha podido escaparse caiga sobre el papel en el que mi mano derecha escribe sin descanso. Quiero detenerme aunque sea un segundo pero mi mente tiene muchos pensamientos, muchas interrogantes y muchos conflictos, y me impide hacer una pausa.

Necesito encontrar cuanto antes ese equilibrio de mente, cuerpo y alma, al que me había acostumbrado desde hace algunos años y que en tan solo una semana he dejado que se derrumbe cuando decidí declararme la guerra a mí mismo.

No quiero aludir a nadie. Esta es una confrontación de mi mente con mi cuerpo y de mi cuerpo con mi alma, en la que los tres buscan una salida desesperada sin importar las consecuencias.

Hoy sólo pienso en mí, y no temo aflorar mi lado egoísta porque es un acto necesario. Hoy expreso lo que siento, sin ánimos de entender a los demás, no porque no me importe sino porque forzosamente he tenido que aprender que necesito pensar primero en mí.

No sé cómo veré todo esto mañana, por ahora sólo prefiero retirarme para buscar mi propio equilibrio. Hoy prefiero decir un "hasta pronto" o un "adiós" y refugiarme en el silencio.



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