Momentos en que la luna llora fuera de una esfera llena de música para la ascensión en un mágico cielo que nos arropa, observándonos ante nuestra última compasión.
Bajo el cielo de la inocencia todos sabemos que moriremos en una suave lluvia negra y seremos vistos por ángeles desde el borde de una cicatriz en el cielo y nos salvarán en el más puro amor a su Padre. Verán este río de hombres, dirigido por crueles gobernantes de miseria, pidiendo el perdón.
Y entraremos por la puerta a una sala silenciosa y oscura a practicar la inocencia que se nos fue robada antes de nuestro nacimiento y seremos perdonados.
Desde el cielo de la inocencia hemos sido batidos por la seducción, hemos sido persuadidos por luces que no tienen color. Le hemos abierto los brazos a lo distorsionado y hemos cerrado nuestros ojos porque lo creado es oscuro.
Somos un mundo hecho en la noche, con luces muertas en las que las injusticias no se ven. Y la compasión duerme, cierra sus ojos a un mundo que se va enfermando día tras día.
Somos violentos y sin identidad.
La luna llora y se hace cada vez más pequeña y se pierde la luz.
Bajo el cielo de la inocencia se va perdiendo la misión y las almas de todos se vuelven surrealistas, vacías, inexpresivas.
Se ha perdido la búsqueda de la espiritualidad, se ha perdido la inocencia y ha traído consecuencias en los cuerpos de los hombres que mueren y se queman cuales trozos de madera.
Bajo el cielo de la inocencia, sabemos que estamos muriendo, así como mueren las religiones, como mueren los sueños, como muere la inocencia.
Y el tiempo pasa, corre y arrastra lo turbio de los seres humanos. El tiempo cambia de estación, una estación oscura y sólo las almas puras resucitarán y tendrán la gracia.
A través de una pequeña ventana se logra observar una luz limpia, donde no existe el sadismo de este mundo atormentado, pero hay que cruzar un océano inmenso en un bote pequeño.
Fin del coraje.
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