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lunes, 19 de agosto de 2013

UNA HOJA

Una hoja, una simple hoja me mostró la fragilidad de la vida. De cómo un día somos parte del follaje de un árbol y luego, sin previo aviso, nos desprendemos de él y caemos al suelo.

Una serie de eventos ocurridos recientemente me han hecho pensar acerca de la vida una y otra vez, de lo impredecible que es, de lo incierta, lo extraña, pero al mismo tiempo de lo perfecta que es, de lo divertida y lo completa.

Una hoja es lo que somos, así nos veo, individuales pero parte de un todo. Algunos verdes, otros con manchas, otros con cicatrices y otros de formas y colores que se escapan de lo común. Cada uno único, con identidad, con una personalidad particular y con una misión en este gran árbol al que llamamos vida.

Sabemos que nuestro tiempo aquí no será eterno, que desde el día en que fuimos concebidos nuestra cuenta regresiva comenzó a dar marcha, que tenemos un momento por decreto pero que algún día, lejano o cercano, nos tocará partir, cuando cambie de estación y nos desprendamos del árbol del cual estaremos sujetados todo ese tiempo.

Muchas veces no entendemos las razones del por qué unos se marchan tan pronto. Cuestionamos los motivos por los cuales a esas personas les tocó partir y preferimos asumirlo como injusticias de la vida. Personalmente prefiero creer, y así lo he hecho, que no se trata de falta de justicia divina sino de un proceso natural que a todos tarde o temprano nos tocará.

Una hoja en el suelo me mostró que a pesar de que nosotros queremos mantener nuestro árbol con el mismo frondoso follaje con el que comenzamos a pertenecer a él, tienen que desprenderse muchas a lo largo del tiempo. Es algo que debe suceder. Y es que para que puedan crecer nuevas hojas, otras deben caer primero, y nosotros no tenemos el poder de decidir cuáles deben caer y cuáles no. Eso es algo que se le tiene que dejar a la vida misma.

No cabe la menor duda de que despedirse de aquellos a quienes les ha tocado partir suele ser un proceso doloroso pero hay que aprender a decir adiós, mencionar su nombre con orgullo, completar algo que le haya faltado por hacer y recordar a esa persona con la misma importancia que tenía cuando se mantenía con vida. Y esperar que el hielo se haya secado las veces que sea necesario para que llegue a existir algún recuentro.

Una simple hoja me demostró que ella fue parte de ese árbol y que después de haberse caído aún dejó su marca en ese árbol al cual estaba aferrada. Esa marca nunca se borrará.

La vida, con su extrañeza y su perfección puede ser corta pero interesante para algunos, puede ser larga y sabia para otros, lo que nunca podrá ser es carente de sentido porque es mucho lo que nos ofrece, con lo bueno y con lo malo. Lo realmente importante es saber disfrutarla, admirarla y sobre todo vivirla.

Una hoja a veces es mucho más que una simple hoja...




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