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lunes, 26 de agosto de 2013

NO ES LO QUE DICES SINO CÓMO LO DICES

¿Desde cuándo has querido comenzar esta batalla? Parece que quieres que tus palabras sean mucho más hirientes que tus propias intenciones. Quiero creer que esto no se trata de una declaración de guerra porque será un combate en el que yo no querré participar.
¿Son tus palabras el reflejo de tus sentimientos? ¿Se trata todo esto de demostrar hasta qué punto puedes llegar? ¿Es más fuerte un orgullo innecesario y absurdo que darte cuenta que no merece la pena todo este escenario que se está creando? Si de algo estoy completamente seguro en todo esto, es que precisamente una guerra es lo que no quiero. No quiero ser partícipe de un enfrentamiento en contra de alguien a quien he querido por tanto tiempo, de alguien a quien le debo mucho.
Una vez más el tono de tus palabras se salió de control y puedo optar por pensar que una vez más dijiste algo que en realidad no querías decir. Culpemos a la euforia del momento, a las emociones precipitadas, a los cambios de humor tan frecuentes últimamente. Pero ya es tiempo de asumir responsabilidades y de apagar este fuego. Es tiempo de aceptar que no es lo que dices sino cómo lo dices. Es tiempo de aprender aquello a lo que llaman auto control. Yo por mi parte lo he estado aplicando desde hace un tiempo, por ti, por mí, por los demás, porque no ganamos nada haciéndonos daño, al final lo único que queda de todo esto solo son cicatrices.
¿Desde cuándo hemos querido que finalice esta batalla? No tengo la menor duda de que muchas veces nuestras intenciones han sido traicionadas por nuestras palabras. Quiero creer que ambos mostraremos una bandera blanca y que estaremos de acuerdo con una declaración de paz.
¿Son estas palabras el reflejo del compromiso que ambos tenemos por lograr el equilibrio que necesitamos? Si tengo que ser yo quien de el primer paso, juro que estoy dispuesto a dar por lo menos cien. 


lunes, 19 de agosto de 2013

UNA HOJA

Una hoja, una simple hoja me mostró la fragilidad de la vida. De cómo un día somos parte del follaje de un árbol y luego, sin previo aviso, nos desprendemos de él y caemos al suelo.

Una serie de eventos ocurridos recientemente me han hecho pensar acerca de la vida una y otra vez, de lo impredecible que es, de lo incierta, lo extraña, pero al mismo tiempo de lo perfecta que es, de lo divertida y lo completa.

Una hoja es lo que somos, así nos veo, individuales pero parte de un todo. Algunos verdes, otros con manchas, otros con cicatrices y otros de formas y colores que se escapan de lo común. Cada uno único, con identidad, con una personalidad particular y con una misión en este gran árbol al que llamamos vida.

Sabemos que nuestro tiempo aquí no será eterno, que desde el día en que fuimos concebidos nuestra cuenta regresiva comenzó a dar marcha, que tenemos un momento por decreto pero que algún día, lejano o cercano, nos tocará partir, cuando cambie de estación y nos desprendamos del árbol del cual estaremos sujetados todo ese tiempo.

Muchas veces no entendemos las razones del por qué unos se marchan tan pronto. Cuestionamos los motivos por los cuales a esas personas les tocó partir y preferimos asumirlo como injusticias de la vida. Personalmente prefiero creer, y así lo he hecho, que no se trata de falta de justicia divina sino de un proceso natural que a todos tarde o temprano nos tocará.

Una hoja en el suelo me mostró que a pesar de que nosotros queremos mantener nuestro árbol con el mismo frondoso follaje con el que comenzamos a pertenecer a él, tienen que desprenderse muchas a lo largo del tiempo. Es algo que debe suceder. Y es que para que puedan crecer nuevas hojas, otras deben caer primero, y nosotros no tenemos el poder de decidir cuáles deben caer y cuáles no. Eso es algo que se le tiene que dejar a la vida misma.

No cabe la menor duda de que despedirse de aquellos a quienes les ha tocado partir suele ser un proceso doloroso pero hay que aprender a decir adiós, mencionar su nombre con orgullo, completar algo que le haya faltado por hacer y recordar a esa persona con la misma importancia que tenía cuando se mantenía con vida. Y esperar que el hielo se haya secado las veces que sea necesario para que llegue a existir algún recuentro.

Una simple hoja me demostró que ella fue parte de ese árbol y que después de haberse caído aún dejó su marca en ese árbol al cual estaba aferrada. Esa marca nunca se borrará.

La vida, con su extrañeza y su perfección puede ser corta pero interesante para algunos, puede ser larga y sabia para otros, lo que nunca podrá ser es carente de sentido porque es mucho lo que nos ofrece, con lo bueno y con lo malo. Lo realmente importante es saber disfrutarla, admirarla y sobre todo vivirla.

Una hoja a veces es mucho más que una simple hoja...




lunes, 12 de agosto de 2013

LA HISTORIA NO TIENE PUNTO Y FINAL

¿Tienen las historias de los seres humanos tiempo de caducidad tal como lo pudiera tener una lata de tomates? No considero que las personas tengan fecha de vencimiento, al menos no las relaciones o los vínculos que existan entre ellos. Definitivamente una relación de pareja, amistosa o familiar no la podría comparar jamás con una lata de atún en aceite de oliva que la pudiera conseguir en cualquier supermercado.

Los vínculos que se crean entre las personas están profundamente ligados con los sentimientos. Cuando alguien llega a ser muy importante en tu vida no debe llevar grabada una etiqueta que indique cuándo expira y una vez pasada la fecha, botarla y olvidarnos de su existencia.

Han sido muchas las veces que he escuchado cómo la gente desecha personas tal como si se tratara de restos de comida. Y siempre mantuve silencio ante esos hechos, pero mi opinión es completamente contraria. Y respeto las razones de aquellos quienes deciden un "nunca más", aunque creo que con esa determinación no ganan nada, al contrario, pierden y mucho. Porque muy por encima de los motivos por los cuales deciden poner punto y final, hay una historia de por medio y las historias no tienen punto y final, se siguen escribiendo a través del tiempo. 

Esa persona del "pasado" fue alguien importante en tu vida, alguien a quien le regalaste una parte de tu corazón, a la que le dedicaste días, semanas, años, risas, lágrimas, peleas, abrazos, alegrías, tristezas, sueños, anhelos, logros, silencios, palabras y miradas. Todo eso e incluso más se lo diste a ese alguien, sin condiciones de que sea devuelto, y a pesar de que sean inagotables es algo que diste y no recuperarás dándole la espalda a tu historia.

Recuerdo que alguna vez quería hacerlo, quería desaparecer de mi vida a alguien a quien amé profundamente. Y tuve que retractarme de mi decisión, de mis palabras tras haber tumbado mi argumento con dos simples reflexiones: "...pero créeme que no soporto la idea saber que me odias cuando yo sé que en el fondo no es así, y no puede ser así nunca porque tú y yo tenemos mucha historia como para odiarnos...", "...y yo no puedo odiarte ni pelearme contigo porque tú formas parte de mi vida, quieras o no, así como yo de la tuya. Y sé que tampoco tú puedes odiarme por más que te esfuerces, porque ¿qué ganamos con las peleas, los insultos y los silencios incómodos? No ganamos nada..." Estas dos cortas reflexiones sirvieron para darme cuenta de cuán equivocado estaba actuando. 

Nadie podrá borrar los recuerdos por más de que se haga un esfuerzo sobrehumano.

Todo aquello que nos sucede con una persona son experiencias que la vida se ha encargado de que así sucedan. ¿Y por qué no seguirlas viviendo? Puede que sean necesarios cambios, pero creo que una persona no puede morir sin que realmente haya muerto. Y siempre debe haber una segunda oportunidad aunque la historia tome otro rumbo. Y cito otra reflexión de esa persona de quien aprendí mucho: "...aunque en el universo existen las leyes de la física, de la gravedad, la ley de atracción de masas, los seres humanos somos más que simples masas o cuerpos inertes, hay sentimientos de por medio, que pueden ser muy fuertes y convertirse en indestructibles, pero al final siempre son sentimientos. Y los sentimientos no son rígidos ni estáticos, son volátiles, cambiantes, dinámicos y quizás eso es lo bonito que tienen..."

¿Por qué perder el tiempo en evitar sentir algo por alguien y que la vida los unió de alguna manera? ¿Por qué querer dejar de estar con alguien con quien compartiste momentos magníficos? ¿Por qué ignorar a alguien a quien, cometiendo errores o no, le fuiste importante en su vida? si no ¿para qué se dedicaron todo ese tiempo?

Sigo creyendo en que la historia no tiene punto y final...