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lunes, 22 de julio de 2013

AYER ME VISTE

Ayer me viste en el mismo sitio donde últimamente nos hemos encontrado. La misma actitud que usualmente yo tenía al verte se apoderó de tu cuerpo, y tu mirada parecía culpable. Ayer me viste de nuevo y esta vez fui yo quien sin ninguna mala intención se olvidó de tu presencia. Sin darme cuenta se me olvidó que antes era yo el que te buscaba, doblegando mi orgullo, tratando de mostrarte un poco más de lo que solo te habías interesado en conocer.

Y esto es lo que soy, esto es lo que siempre he sido pero tú no lo querías ver. Intenté mostrarte algo más de lo que soy hasta que se me agotaron las ganas de que vieras más allá de luces fluorescentes que nos cegaban mientras estábamos cerca. Intenté ir más allá de lo efímero de la noche, pero solo quisiste quedarte con una parte de mí. 

Te he observado todo este tiempo buscando que tu atención se centrara en lo mucho que quería ofrecerte pero lo único que realmente logré fue alimentar tu ego una y otra vez. No recuerdo desde cuándo fui obligado a someterme ante ti, lo cierto es que perdiste la astucia para mantenerme en la cola de los que están esperando a que finalmente tu edad te obligue a querer algo más que una noche.

Ayer me viste como solamente me viste el día en que nos conocimos, con ese interés extraño, con la intención de que esa mirada llegue a algo más allá. Pero ya es demasiado tarde. Ayer me viste como nunca me habías visto. Te diste cuenta, en el medio de la fluorescencia, a través de gente que se atravesaba entre los dos, cómo dejé de extender mis límites.

Ayer me viste cómo disfrutaba con la gente que me rodeaba y cómo mi atención se despidió de tu protagonismo. Cómo mi mundo salió de tu alcance y ya no te reconoce como su eje. 

Tal vez no esperabas que todo esto pasara tan pronto, pero no era yo quien no se acercaba, eras tú quien se alejaba y me estaba haciendo dejar de vivir la vida que quiero vivir.

Ayer me viste, me viste a través del muro que construí entre los dos, un muro al que tú le pusiste la primera piedra mientras te pedía que aceptaras todo lo te quería ofrecer. Quería ser más que tu amigo, más que al que saludabas con suficiencia en encuentros fortuitos. Quería ofrecerte algo más que una conversación interrumpida por el ruido de la noche.

Ayer me viste y me pregunté, ¿te diste cuenta de lo que perdiste? ¿O es que todo me lo estoy imaginando?

Ayer me viste no sé si más de una vez porque ya yo dejé de verte...




lunes, 15 de julio de 2013

LA CARTA

He perdido la cuenta de las veces que te he pensado últimamente. No sé qué clase de conexión aún queda latente, aferrada en mi interior. Lo cierto es que no me queda duda de que esa conexión es solo mía. Y se me hace profundamente insoportable aceptar que es hoy cuando más presente te he tenido en mis pensamientos durante los últimos años. Quizás mi soledad me ha hecho una mala jugada, pero no puedo negar que te he echado de menos más de lo que debería porque lo que quedó de nosotros ya no alcanza para que volvamos a estar juntos.

No te sorprendas si llegas a leer esta carta mucho tiempo después cuando todo esto ya haya pasado. No tengo la valentía de hacer que llegue a tus manos, mucho menos tengo la esperanza de que te entusiasme leerla. Quizás nunca llegues a saber de ella pero para mí era necesaria esta liberación, admitiéndome a mí mismo que no te has ido de mis pensamientos nunca, que quizás durante un tiempo solo estabas durmiendo pero estabas ahí, en mi mente, en mi alma, aún en mi cuerpo. Hoy solo sé que sigo aferrado a lo mucho que habíamos soñado juntos.

Y sé que el tiempo ha pasado y que él mismo hace el olvido, pero he podido más que el tiempo, he podido estérilmente.

Cuántas veces me he preguntado si me has pensado aunque sea una mínima parte de lo que yo lo he hecho. Tristemente creo saber la respuesta.

Tenía mucho tiempo sin escribirte, la última vez que lo hice te dejé una carta de despedida sobre aquella que alguna vez fue nuestra cama. Hoy confieso que aquel día aproveché de la soledad de la casa para acostarme una última vez ahí y aferrarme a esas sábanas que me recordaban constantemente que ya no eran mías. Necesitaba de alguna manera tener un último contacto contigo antes de irme, aun y cuando tú no estubieses presente. Necesitaba darte un último abrazo aunque fuese a través de tu almohada. Y ahí dejé esa carta, esperando por ti para ser leída. Espero sinceramente que aún la conserves para alguna otra vez volverla a leer aunque debo admitir que no ha sido la más sincera que haya escrito en mi vida. Esas palabras mi puño se esforzó en escribirlas pero mi corazón dictaba algo completamente distinto.

No te molestes si algún día tus ojos leen esta carta. Sé que cometí errores en el pasado, errores que hoy siguen golpeando una y otra vez mi alma, pero si al menos pudieras escuchar mi voz una vez más... es mucho lo que te quisiera decir. Si no supe hacer las cosas bien fue porque yo mismo no estaba bien, porque no estaba preparado para lo que las circunstancias nos estaban obligando a vivir. Sencillamente no supe manejar la situación.

Esta carta no es más que palabras que dejo flotando en el aire y que lleguen a donde deban llegar, sin ánimos de hacerte ni de hacerme daño. Esta carta es parte de mi purgatorio.

No sabes las veces que he deseado que estemos una vez más tú y yo solos y poder hablar libremente de todo aquello que quedó inconcluso. No sabes las ganas que tengo de verte una vez más, así sea para fingir que todo está bien. Solo tenerte al frente sería suficiente, solo ver que estás bien me haría feliz, solo ver tu sonrisa me devolvería la tranquilidad que perdí cuando te perdí. Solo una vez más, es lo único que pido.

Alguna vez esta carta estará en tus manos, no me queda la menor duda. Mientras tanto prefiero permanecer en silencio.