Muchas noches me he preguntado, antes de conciliar el sueño, hacia dónde va el mundo, y queramos o no, hacia dónde vamos como habitantes de ese mismo mundo. La raza humana está creciendo descontroladamente pero poco a poco se está exterminando a sí misma en un intento ridículo de demostrar que tenemos el control sobre la Tierra.
Sería utópico pensar que estas palabras pudieran crear una conciencia un poco más sensible ante tantas injusticias que se cometen día a día por seres que tienen el poder, a quienes no les importan las consecuencias de sus acciones.
En ocasiones me he preguntado cuánto es el gasto de una nación con la compra de armamento de guerra o cuál es la inversión en energía nuclear. ¿No sería mucho más beneficioso para esos países hacer esos gastos multimillonarios para combatir el hambre y la pobreza de comunidades que no tienen absolutamente nada, y que algunas de ellas están en esos mismo países? Obviamente la respuesta sería un "NO", y no porque fuese menos beneficioso, sino porque pareciera que piensan que una nación se vuelve mucho más fuerte mientras sea más peligrosa, violenta y amenazante. ¡Que pobre es la mente de esos poderosos!
¿Cuántas veces ellos se han quitado de la boca un trozo de comida para dárselo a un niño con desnutrición?
¿Cuántas veces ellos se han dejado de hacer un chequeo médico y así descartar cualquier anomalía para desparasitar a un niño que pudiera estar próximo a la muerte?
¿Cuántas personas rezan a diario y van a sus templos a pedirle a ese Dios que siempre los escucha, salud, amor, felicidad, dinero, etc... y al salir de ahí siguen siendo personas llenas de odio?
La verdad me gustaría ver al Papa con su blanquísima sotana abrazando a esa gente que no tiene nada qué vestir salvo la mugre que cubre sus cuerpos. ¿Es que no se compadece de ellos? El Papa, el líder de la Iglesia Católica, hoy más caótica que católica, que se llena la boca predicando el amor y la igualdad, entonces, qué hace en el Vaticano rodeado de comodidades, seguridad exclusiva y opulencia, cuando él es uno de los que debería ir caminando descalzo acercándose a la gente, dándoles de las tantas riquezas del imperio católico, en lugar de ir por la vida, señalando con el dedo y juzgando a todo aquel que no actúe como él quiere.
¿Qué sentido tiene ir bendiciendo catedrales por el mundo cuando a muchos los acusa de pecadores? ¿Quién llega a ser más pecador? Ojalá se viera más de una vez frente al espejo.
¿Qué pensaría ese Dios sencillo, humilde, honesto y sobre todo bueno, de lo que están haciendo con su Iglesia, con su mundo?
Aún sigo creyendo en un mundo justo, en dónde exista la igualdad, no como principio del comunismo, a ese invento socio-político me gustaría verlo eliminado por completo. Cuando hablo de la igualdad me refiero a un mundo en el que todos tengamos las mismas oportunidades, a estudiar, a que siempre tengamos un plato de comida, ropa qué vestir, agua potable, vivienda... en fin, una vida digna, en la que nos respetemos a nosotros mismos y a lo que está a nuestro alrededor. Pero insisto, sería una utopía.
El mundo y su gente no cambian por sí solos, sin embargo queda de cada quien buscar ese cambio interior y proponernos a cumplirlo día tras día, a pesar de las adversidades, con ambiciones pero sin que ello conlleve a pisar a nadie, con metas pero respetando al de al lado, con orgullo pero sin imponernos ante nadie.
Desde hace tiempo el mundo nos pide a gritos un cambio.
¿Cuánto más hay que esperar?
Reflexiones de una noche de insomnio.